noviembre 29, 2012
noviembre 04, 2012
Altamente Expuesta
I.
No puedo recordar cuánto había probado. Estaba segura que había sido suficiente como para sacudirme la cabeza y volverme más rápida y lenta a la vez. Sentía como la música me golpeaba el pecho y me hacía saltar. Bailé sola en la oscuridad entre las luces de colores parpadeantes y los cuerpos que me chocaban. Tampoco recuerdo quién me había dado. Aún no estoy segura si fue aquel amigo con el que fui y solo lo vi al salir porque tomamos distintas direcciones al entrar o alguno de los tantos que había ahí.
II.
Esta vez no era como las anteriores. Me vino la bajona enseguida. Quería llorar y golpear a cualquiera. Anduve a tantas hasta que mis manos tocaron una pared y me senté en el suelo a esperar a que me calme. Creo que boté un par de lágrimas mientras me cubría la vista de los rayos de colores que ahora me parecían hirientes. Tenía que salir de ahí. Comencé a reír. A maldecir. No entendía por qué me sentía tan mal. Caminé un par de pasos esquivando lo más que podía. Recuerdo que tenía sed. Mucha sed. Necesito agua por la putamadre, pensé. Todo lo sentía más fuerte. Mi transpiración. Los poros y el sudor. Mi inconstante palpitación. Si iba a caer, necesitaba un lugar despejado.
III.
Sus labios me besan con furia. Y yo le devolvía lo mismo. Sus manos ásperas rasgaban mi cuello hasta la última de mis vertebras. No sé si trataba de alejarlo o de acercarlo más de lo que ya estaba. Me encontraba otra vez en medio del gentío con la música que gritaba a mil por los altavoces. Lo alejé una vez para retomar aire y fue cuando pude verlo bien. Se parecía algo a él. Con la mirada más desorientada por supuesto. Estaba incluso más confundido que yo. Le toqué la cara, los párpados, la boca. Detuvo mi mano con la suya y calló cualquier palabra que hubiera salido de mi boca, con la suya. No sentía nada más que el golpeteo en el pecho y su rabia combinada con la mía.
IV.
No quise llegar a más. No podía. Sentí que si seguía podía haber terminado peor de lo que estaba. Lo odiaba. Al punto de hacer cualquier cosa con tal de sacármelo de adentro. El efecto había pasado. Aún así no terminaba de odiarlo. Recordaba -recuerdo- con detalle el día anterior, cuando una celebración, nuestra supuesta celebración se convirtió en una mala película de drama y horror.
Me aferré al asiento y dejé la rabia saliera por mis ojos.
No puedo recordar cuánto había probado. Estaba segura que había sido suficiente como para sacudirme la cabeza y volverme más rápida y lenta a la vez. Sentía como la música me golpeaba el pecho y me hacía saltar. Bailé sola en la oscuridad entre las luces de colores parpadeantes y los cuerpos que me chocaban. Tampoco recuerdo quién me había dado. Aún no estoy segura si fue aquel amigo con el que fui y solo lo vi al salir porque tomamos distintas direcciones al entrar o alguno de los tantos que había ahí.
II.
Esta vez no era como las anteriores. Me vino la bajona enseguida. Quería llorar y golpear a cualquiera. Anduve a tantas hasta que mis manos tocaron una pared y me senté en el suelo a esperar a que me calme. Creo que boté un par de lágrimas mientras me cubría la vista de los rayos de colores que ahora me parecían hirientes. Tenía que salir de ahí. Comencé a reír. A maldecir. No entendía por qué me sentía tan mal. Caminé un par de pasos esquivando lo más que podía. Recuerdo que tenía sed. Mucha sed. Necesito agua por la putamadre, pensé. Todo lo sentía más fuerte. Mi transpiración. Los poros y el sudor. Mi inconstante palpitación. Si iba a caer, necesitaba un lugar despejado.
III.
Sus labios me besan con furia. Y yo le devolvía lo mismo. Sus manos ásperas rasgaban mi cuello hasta la última de mis vertebras. No sé si trataba de alejarlo o de acercarlo más de lo que ya estaba. Me encontraba otra vez en medio del gentío con la música que gritaba a mil por los altavoces. Lo alejé una vez para retomar aire y fue cuando pude verlo bien. Se parecía algo a él. Con la mirada más desorientada por supuesto. Estaba incluso más confundido que yo. Le toqué la cara, los párpados, la boca. Detuvo mi mano con la suya y calló cualquier palabra que hubiera salido de mi boca, con la suya. No sentía nada más que el golpeteo en el pecho y su rabia combinada con la mía.
IV.
No quise llegar a más. No podía. Sentí que si seguía podía haber terminado peor de lo que estaba. Lo odiaba. Al punto de hacer cualquier cosa con tal de sacármelo de adentro. El efecto había pasado. Aún así no terminaba de odiarlo. Recordaba -recuerdo- con detalle el día anterior, cuando una celebración, nuestra supuesta celebración se convirtió en una mala película de drama y horror.
Me aferré al asiento y dejé la rabia saliera por mis ojos.
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